Esos contoneos me matan.
Preso de mis pensamientos
voy camino de mi casa,
cuando allá no muy lejos,
veo el sensual caminar
de una hermosa mujer.
¡Esos jeans parecen mimar
el cuerpo de una diosa!
¡Que figura de pavor ¡
Una p’arriba y otra p’abajo
¡Que bello contoneo!
Los hombres no disimulan
su inesperada sorpresa;
las mujeres se hacen las
desentendidas y no se porqué.
Casi al alcanzarla se detiene,
voltea su cara bella y serena,
ojos enormes y azul claro,
-miran inocentes y coquetos-
blusa ajustada y tenue,
no acabo de asombrarme,
-¿acaso me encontré un ángel?-
con una hermosa sonrisa
me dice –Aló- y pregunta:
¿Ha visto usted a Apolonio?
Digo –No- y paso de largo,
caminando como un bobo
sigo al norte cuesta abajo,
alucinado por la visión
celestial de su cuerpo níveo.
Perdón por mis desvarios,
pero las quiero para amarlas,
sólo eso y nada más .
Pero ¡oh dios! no permitas
que anden solas.
Déjame cuidarlas,
te daré buenas cuentas.
¡Apolonio, que suerte!
Tuesday, February 21, 2006
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